Viaje imaginado y redactado por Ana Ramírez con la participación de Nahla, Gufran, Amal y Huria.

Hace unos años, voluntarios de la pequeña asociación en la que participo, decidimos realizar encuentros con las personas refugiadas que solicitaban nuestra colaboración, en espacios públicos para compartir vida. Los parques han sido lugares de degustación de ricos platos caseros, además de juegos. Las visitas a museos y exposiciones nos han permitido compartir emociones, sentimientos a través del arte. Las bibliotecas han aparcado el silencio y se han convertido en espacios de palabras, aprendizaje, reflexiones, análisis y pensamientos compartidos.

Hemos escuchado historia en los paseos turísticos. Encuentros variados en los que hemos compartido emociones. Ahora, en este 8 de marzo de 2021, día de la mujer, con el recuerdo de nuestras salidas, paralizadas por la pandemia, algunas mujeres han compartido un corto viaje a sus lugares de origen. Un viaje de sensaciones, sentimientos.

‘EN LAS FIESTAS Y EVENTOS LAS FAMILIAS, AMIGOS Y VECINOS SE REÚNEN PARA COMPARTIR NUESTRAS COSTUMBRES, TRADICIONES Y CULTURA’

“En Irak la vida es hermosa. La gente es muy amable y generosa. No encuentro palabras para expresar lo que significa para mí. Lo es todo, ahí nací y crecí. Mis recuerdos de infancia me llevan a Irak. Están mi familia y amigos, el barrio en el que vivía, mi escuela, mi universidad. Las relaciones familiares son sólidas.

En las fiestas y eventos las familias, amigos y vecinos se reúnen para compartir nuestras costumbres, tradiciones y cultura, disfrutando de la deliciosa comida. Echo mucho de menos nuestro pan iraquí que para mi es el mas saboroso del mundo”.

MI SIRIA …DISFRUTAR Y SENTIR LA COMPAÑÍA DE LA GENTE; ERA EL PARAÍSO, NUESTRO PARAÍSO

“Pensar en Siria es un gran esfuerzo emocional. Evito hacerlo. Me duele profundamente tanto sufrimiento. Intento recordar la felicidad de las personas en la calle. La sonrisa en sus caras, las caritas felices de los mayores, llenas de arrugas, de esperanza, de paz, de cariño. Siria también es el país del jazmín, cuyo olor llenaba las calles de Damasco, ciudad donde nací. El jazmín ambién era el olor de mi madre, entrar en su cuarto era sentirlo.

‘El jazmín también era el olor de mi madre’

Subíamos al monte Qasioun, para visitar a algunos familiares, desde allí se ve toda la ciudad, por las noches se iluminaba con las luces de las casas y me gustaba imaginar historias de cada luz, quién vivía, a qué jugaban los niños, que cuentos les gustaban, ahora es un lugar ocupado por los militares.

Se me rompe el corazón. Mi universidad tiene un campus parecido al de la Complutense. También me gustaba ir al zoco Al Hamidiyah y cenar en el viejo Damasco: el olor de las barbacoas, los sonidos de las shishas mezclados con el sonido del agua de las fuentes, los árboles, disfrutar de la variedad de platos de la rica cocina siria y sentir la compañía de la gente era el paraíso, nuestro paraíso”.    

MI TIERRA, MI LÍBANO, … DONDE LA COEXISTENCIA DE HABITANTES CRISTIANOS Y MUSULMANES’

“En Líbano lo primero que se percibe es la amabilidad de la gente. Lugar de encuentro de culturas y religiones, como Tyro, ciudad muy especial para mí, no solo por el legado histórico, sino por la coexistencia de habitantes cristianos y musulmanes que nunca se mataron y han convivido juntos durante la guerra.

Los pueblos de las montañas majestuosas albergan mezquitas, iglesias, monasterios construidos hace miles de años, porque estas montañas no discriminan a sus pobladores. En sus callejuelas, te envuelven el olor de las plantas aromáticas: lavanda, albahaca, hierbabuena, y flores jazmín, rosas y gardenia. Las mujeres desde las puertas abiertas de sus casas, saludan a la gente que pasea invitándoles a un té, café, galletas caseras; y aunque no puedan entender tu idioma te contarán mil y una historia.

‘Mi Beirut, me duele volver a ti, y me duele vivir lejos de ti’

Y Beirut, mi ciudad natal, me duele volver a ella y me duele vivir lejos de ella. La perla de Oriente, símbolo de la fuerza de la vida, tantas veces destruida y tantas veces reconstruida.

Mis recuerdos y mi corazón están unidos a la naturaleza tan bella de mi tierra cuyas montañas abrazan su mar; a su historia y mezcla de culturas; a la comida tan rica y a la generosidad del alma de su gente tan valiente, acogedora y agradecida”.

La paciencia abrumadora que tienen las mujeres al aguantar las adversidades, a veces durísimas, para consolidar lo que les pertenece

“Soy una mujer española de origen marroquí con raíces árabes y musulmanas. Llevo viviendo 20 años en España. Nací en Marruecos. Fui una niña muy afortunada y fuerte. Crecí en un ambiente muy diverso. Aprendí a ser independiente emocionalmente, ya que tuve que vivir fuera de mi casa desde muy temprano. Mi discapacidad ha hecho de mí una persona soñadora y con ganas de superar los retos que me propongo. Recuerdo que fui una estudiante brillante y recuerdo esa etapa, mi infancia y adolescencia, llena de vida a pesar de la pobreza que vivimos y del hambre que pasábamos. Estábamos unidos, o al menos eso era lo que sentía yo.

‘Mi discapacidad ha hecho de mí una persona soñadora y con ganas de superar los retos que me propongo’

Esta experiencia me ha ayudado, en gran medida, a llegar a ser la mujer que soy hoy. Me gustaría subrayar un concepto de gran importancia y un valor añadido para las mujeres árabes y marroquíes, en general, dentro del seno familiar: La paciencia abrumadora que tienen las mujeres al aguantar las adversidades, a veces durísimas, para consolidar lo que les pertenece”.

‘Cuando nos conectamos emocionalmente con nuestra vulnerabilidad podemos conectarnos con la de los otros y esa es la fortaleza que nos une’ Ana R.

Estos retazos de vida nos unen en nuestra historia común. La historia de la humanidad es la historia de los desplazamientos, unos voluntarios, la mayoría forzosos. Aprender de todas y entre todas nos ayuda a comprendernos. El territorio emocional, en el que nos movemos mayoritariamente las mujeres, tiene un lenguaje reconocible entre nosotras, por eso, compartir experiencias es un paso en el camino de la superación de obstáculos.

Cuando nos conectamos emocionalmente con nuestra vulnerabilidad podemos conectarnos con la de los otros y esa es la fortaleza que nos une.

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