
En un mundo que intenta constantemente encasillar a las personas, Fátima Bourhim se desliza con fuerza y suavidad entre etiquetas, demostrando que la identidad no es una categoría estática, sino un viaje. Nacida en Madrid, con raíces marroquíes y el corazón repartido entre varias culturas —España, Marruecos, Turquía, Centroamérica—, Fátima encarna una identidad plural, tejida con experiencia, empatía y compromiso. Productora en TRT Español, fisioterapeuta de formación, activista social por vocación, artista por naturaleza. ¿Cómo definir a una mujer cuya vida trasciende los márgenes?

Una mujer, muchas voces
Fátima es muchas cosas a la vez. Una mujer de ciencias que eligió la fisioterapia como camino, inspirada por una red femenina poderosa: su madre, sus tías, mujeres científicas y emprendedoras que le mostraron que el saber puede ser libertad. Pero más allá del cuerpo, Fátima comprendió pronto que sanar también es social, que cuidar es político. Por eso, su activismo se ha entrelazado con su profesión, promoviendo la salud de forma integral, incluyendo el bienestar emocional, comunitario y cultural.
En TRT Español, Fátima trabaja como productora y presentadora, un espacio desde el cual tiende puentes entre culturas, y desafía los estereotipos sobre las mujeres árabes y musulmanas. No es sólo un trabajo técnico; es una forma de narrar el mundo con voz propia, de reclamar la centralidad de historias que históricamente han sido contadas por otros.

Comprometida desde los márgenes
Cofundadora de la organización juvenil Sobre los Márgenes, Fátima se ha dedicado a generar espacios para que jóvenes hijos e hijas de migrantes puedan verse reflejados en narrativas que no los invisibilicen, que los reconozcan como parte legítima de una sociedad diversa. Porque, como bien señala, «la formación debería ser un derecho universal, pero a menudo se convierte en un privilegio». Y cuando una mujer, especialmente una mujer racializada, accede al saber y a la independencia económica, no sólo transforma su vida: transforma comunidades enteras.
Fátima no se ha conformado con ser una excepción dentro del sistema; trabaja para que esa excepcionalidad no sea necesaria. Su voz está al servicio del cambio colectivo.

El poder de lo cotidiano
Su activismo no es ruidoso ni mediático, pero sí profundamente transformador. En cada entrevista que da, en cada espacio en el que canta con el coro interreligioso Joire, en cada joven que acompaña, Fátima está dibujando nuevas posibilidades para lo que puede ser una mujer musulmana, una mujer migrante, una mujer en España.
Cuando habla del deporte como herramienta de salud, lo hace desde un lugar de honestidad femenina: “Se nos ha enseñado a cuidar de los demás, pero nos olvidamos de cuidarnos a nosotras mismas.” Esta frase resume una revolución callada, de autocuidado, de autodeterminación, de decir yo también importo. Y ese mensaje tiene eco en muchas mujeres que se sienten agotadas de dar sin recibir, de ser vistas pero no escuchadas.

Una mujer entre referentes
Fátima encuentra inspiración en su madre, en sus tías, en mujeres como Maysoun Douas, pero también en figuras históricas como Khadija (raa), la primera esposa del profeta Muhammad (sas): mujer de negocios, independiente, fuerte. Con esa misma fuerza serena, Fátima construye un legado, no desde la estridencia, sino desde la constancia, desde la presencia.

En el corazón de Madrid, con el alma abierta al mundo
Madrid no es solo su ciudad natal, es su escenario de acción. Fátima se siente parte de su vibrante vida asociativa, y devuelve a la ciudad lo que la ciudad le dio. Porque para ella, vivir es contribuir. Y en ese acto de retribución, se convierte en agente de cambio.
Habla de la sociedad española como una red plural, donde toca la guitarra, canta, y encuentra alianzas más allá de las etiquetas. Ella no vive en la frontera entre “lo español” y “lo musulmán”; vive en un cruce de caminos que enriquece a ambos mundos.

Una revolución con rostro humano
Las entrevistas como las que realiza Alnisa, dice Fátima, son esenciales. Porque las mujeres como ella no necesitan que otros cuenten sus historias: están más que preparadas para narrarse a sí mismas. Para combatir la imagen colonial, pasiva y exótica impuesta a las mujeres árabes y musulmanas. “Somos una realidad de revolución, de dignidad, de fuerza.”
Fátima Bourhim no solo representa esa revolución, la encarna con una dulzura firme, con una serenidad contagiosa. En su testimonio, muchas pueden verse reflejadas. Su vida es prueba de que ser muchas cosas a la vez —profesional, activista, hija de migrantes, artista— no solo es posible, sino necesario.
Porque no hay una sola manera de ser mujer. Y Fátima nos lo recuerda con cada palabra, con cada acción, con cada nota de guitarra que hace vibrar al mundo desde su rincón en Madrid.
Desde ALNISA contamos historias de mujeres porque somos de las que construyen puentes, no muros. Queremos dar visibilidad a aquellas que se atreven a ser, sin miedo ni permiso. Queremos ofrecer una imagen verdadera y auténtica de las mujeres de nuestra comunidad, porque sentimos un profundo respeto y un cariño sincero por ti, mujer.
